La
agricultura ecológica no para de crecer,
ni siquiera en los peores años de la crisis. La razón es muy
sencilla: por un lado aumenta
la demanda porque la ciudadanía es cada vez más consciente de
los impactos que la agricultura industrial tiene en el medio ambiente
y en su salud y pide más productos ecológicos. Por otro, muchos
agricultores, cansados de ser explotados,
de que no se le otorgue el debido valor a su actividad y de las
ventajas que ofrece la agricultura ecológica han decidido dar el
salto. Y no es un salto al vacío. Tienen el soporte de una comunidad
de usuarios cada vez mayor que les respalda de distintas formas: con
iniciativas innovadoras o bien con otras que recuperan viejas
costumbres, como los mercados de productores.
Las
personas vuelven a descubrir el valor de la agricultura,
de
la buena alimentación, de las relaciones de confianza,
de la justicia respecto a aquellos que nos dan de comer. Es posible
cambiar a la agricultura ecológica y no es tan dificil. Cada vez hay
más apoyos y todas las personas que se dedican a la agricultura son
bienvenidas. ¡Y es que las necesitamos a todas para construir un
futuro mejor!
Pero hace falta más, hace
falta una apuesta decidida por este modelo de agricultura,
porque el predominante, el industrial, está abocado al fracaso y nos
está llevando, a la humanidad, a las demás especies y al planeta en
su conjunto, al borde del precipicio.
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